El río Uruguay es el nexo entre Monteagudo en la Argentina y Colonia Alto Uruguay en el Brasil, uno frente al otro. Los pueblos de ambas márgenes conforman un solo espacio del que Federico Batista se siente ciudadano, ese espacio es su patria, por ello no se inmutó al regresar a los montes argentinos con el argumento de buscar trabajo y cumplir una promesa. En la espesura de la selva, en un campamento maderero, se encontró en la excepcional y dramática situación de enfrentarse cuerpo a cuerpo con el yaguareté, o también llamado tigre por los lugareños; Federico empuñando su machete colombiano y el felino con su legendaria bravura. Había salvado la vida de un compañero. Esa acción por sí sola, aunque resultara muerto por el animal, ya merecía el reconocimiento en cuentos y sucedidos por generaciones de montaraces. En cambio, quien resultó muerto fue su oponente, la verdadera fiera. El impacto que le provocó el dramático evento, conmovió su existencia. El relato en FEDERICO BATISTA, MATADOR DE TIGRE, muestra la cruda relación del hombre con la naturaleza, y se confunde con la historia, la mitología, y las creencias de los pobladores en la frontera del alto Uruguay misionero, a principios del siglo 20.
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